"En este momento se está perdiendo la energía hidroeléctrica, la estamos botando al mar. ¡Dos mil 400 millones de dólares cada año!", acusa Rolf Fiebig, mientras apunta con su láser hacia cientos de pequeños esteros que, en una fotografía aérea proyectada en la pared, bajan en picada desde la cordillera. "Bastaría ???insiste Fiebig??? con desviar parte del agua hacia un pequeño tranque, tirarla por una tubería hasta la casa de máquinas donde se genera la electricidad y luego devolverla al estero. Con casi cero impacto ecológico".
Según Rolf Fiebig, ingeniero civil dedicado desde hace décadas al suministro de tecnologías a diversas industrias, las pequeñas centrales son la solución definitiva al grave problema de abastecimiento energético que hoy enfrenta el país: "Con estas tecnologías", asegura, "en dos años podríamos triplicar la capacidad instalada en Chile". Fiebig entró en contacto con la tecnología de las minicentrales cuando era un muchacho y viajaba durante sus vacaciones al sur. Desde 1980, Fiebig vende pequeñas centrales de tecnologías austríaca y alemana a empresarios chilenos a través de su firma Mantex. Pero su interés se agudizó en 2000, luego de que le compraran una central que instalaron cerca de Osorno. Aquel proyecto, que debió haber costado un millón 800 mil dólares, gracias a las tecnologías que él vende, sólo costó un millón. "Allí se me despertó la inquietud total", declara. Y comenzó a pensar en instalar su propia central. Pronto se dio cuenta, eso sí, de que tenían un problema: "Las minicentrales podían funcionar perfectamente como 'islas', para abastecer a una planta industrial, pero no había nadie que comprara esta energía para distribuirla, y si lo hacían, era a precios 'viles', muy por debajo de lo que recibía cualquier gran central". Pero, según Fiebig, esto lo solucionó "San Kirchner" cuando hace un par de años cerró la llave del gas. Comenzó una nueva era. Fiebig ya había creado la Asociación Chilena de Energías Renovables (Acera), que él mismo preside. Producto de la crisis, intensificó el lobby y al poco tiempo el Congreso promulgó las Leyes Corta I y II que obligan a inyectar lo que generan estas pequeñas empresas a las redes nacionales y, además, les otorga un pequeño subsidio. "Pero no es suficiente", asegura Fiebig, "aún falta eliminar una cantidad enorme de barreras". Como sea, ahora está buscando los 10 millones de dólares que necesita para financiar la instalación de su central, cerca del río Dongo, a 15 kilómetros de Castro. Si todo resulta bien, con ella podrá suplir el 20 por ciento de las necesidades energéticas de Chiloé. Y eso sin contaminar. Porque estas pequeñas centrales ???a pesar de utilizar una tecnología similar a la de las grandes??? no consumen combustible. Y por lo mismo no generan CO2. "Además ???enfatiza Fiebig??? no requieren grandes obras civiles y no generan ni inundaciones ni movimientos de tierra ni traslados de masas humanas que terminan afectando el medio ambiente